miércoles, 7 de julio de 2010

DEL ARREPENTIMIENTO, EL PERDON Y EL AMOR.

Eran las tres de la mañana y el joven Iván no lograba conciliar el sueño. Se levanto, prendió la luz y trato de observar su rostro en el espejo grande y quebradizo que ocupaba media pared enfrente de su pequeña cama. Hacía mucho tiempo que no se miraba a sí mismo en aquel espejo, porque siempre tenía la costumbre de levantarse e inmediatamente se dirigía al baño que estaba fuera de su habitación. Tomaba su ropa y se vestía en el baño, para luego despertar a su pequeño hijo y llevarlo a la escuela. Era un hombre taciturno, frió en el trato y extremadamente egoísta. En su interior no existía compasión alguna, y si no había asesinado a su propio hijo era porque quería esconder un crimen, que de saberse lo condenarían a la guillotina. Esta pequeña historia se desarrolla en el año de 1785 en la ciudad de Hambur F...Era el día 25 de abril, y lo que impedía a Iván conciliar el sueño era que el día anterior se le apareció en su cuarto oscuro una imagen borrosa de una mujer llorando y lamentándose de Iván por su cruel asesinato. Iván al ver el rostro triste y melancólico de una mujer, comprendió que se trataba de su esposa, a la cual le clavo un puñal en la garganta el año anterior a la aparición. Todo ocurrió por celos. Le habían comentado a Iván que su esposa Casandra andaba con otro hombre, y sin hacer las respectivas observaciones la espero en su cuarto en medio de la oscuridad, y cuando su mujer llego le asesto el puñal. Iván escondió el cuerpo de su mujer en el jardín, y todos los vecinos suponían que la habían desaparecido. Nadie sospechaba de Iván, porque todos creían que este era un ser extremadamente bueno, por el simple hecho de que vivía feliz, o eso era lo que aparentaba. Casandra era bella, y además muy cariñosa con su esposo. Su hijo Pedrito le amaba, y desde que desapareció, empezó a sufrir fuertes crisis, y siempre preguntaba a su padre Iván:
“Papaíto, donde esta mi madrecita, me hacen falta sus besos y sus caricias. Papaíto, quiero jugar contigo y con ella en aquel parquecito donde solíamos pasar la tarde de los domingos.”
Iván no tenía sentimientos, o al menos eso era lo que él creía, pero por dentro empezaba a sentir que una fuerza desconocida le roía el alma. Cuando recordaba a su mujer comprendía lo buena que era, pero siempre trababa de justificarse creyendo que había sido ultrajado. Aunque después de muchas investigaciones comprendió Iván que todo era un mal entendido, Iván se engañaba a si mismo creyendo que él era la víctima. En su corazón no existía conmoción alguna, y realmente no sentía amor por su pequeño niño.
Aquel día que no lograba conciliar el sueño, sintió que su incipiente conciencia le gritaba:”asesino, egoísta sin sentimientos, acaso no ves que le quitaste a tu hijo lo más preciado, es decir, su madre”. Iván al tratar de acallar esta voz interior, resolvió ir a la cocina y tomarse un trago, creyendo que con la embriaguez resolvería todo. En el momento de mirarse al espejo sintió una punzada en el corazón que lo dejo absorto. Descubrió en su rostro unas ojeras enormes. Su boca estaba marchita, y sus mejillas eran flácidas. Se sorprendió, porque en su "interior" el se sentía contento, sin miedos, sin remordimientos, excepto aquel pequeño cargo de conciencia que en ese momento se desprendía de su más profundo ser. En la ciudad en donde vivía lo conocían por ser una persona tranquila, alegre, e incluso nadie sospechaba que fuera el asesino de su mujer, porque todo mundo creía que Iván era un ser iluminado. Iván al contemplar su rostro acabado, se asombraba de sí mismo, `porque su ego hasta le hacía creer que era perfecto.
Al otro día vio su rostro en el mismo espejo y descubrió que aquel estaba marchito, y estaba más feo que el día anterior, reconociendo que había envejecido más.
Al otro día descubrió que su rostro envejecía más y más, aunque él por dentro se sentía muy bien. “Pero que me ocurre?¿acaso el destino se burla de mi?¿acaso es mi conciencia que se envejece y quiere asustarme para que me arrepienta por el crimen de mi mujer?” Estas eran las preguntas que se hacia Iván, pero que trataba de evadir por temor a sentirse solo, y a que su conciencia lo llevara a confesar su crimen. Pasaron los días, pasaron varios años, quizás siete, y su pequeño hijo después de tantas crisis por la desaparición misteriosa de su madre, sufrió una grave enfermedad. Los médicos le dieron una semana de vida. Iván en su frialdad se alegro, creyendo que así no tenía que mantener a su hijo, y de esta manera se podría sentir más libre. Cuando Iván fue a visitar a su hijo al hospital, este ya estaba moribundo, y lo único que anhelaba era ver a su padre y decirle que lo amaba y quería perdonarlo, desconociendo que su padre deseaba su muerte. Iván cada vez que se miraba al espejo grande y quebradizo, percibía que su imagen era fea, vieja y fría. Sin embargo sus vecinos decían que estaba apuesto, joven y su rostro expresaba tranquilidad. En efecto era así. Pero para Iván era un misterio todo aquello, creyendo que todos le mentían.
Cuando Iván vio a su hijo moribundo, este le dijo:
“Papaíto, te amo, eres el mejor padre del mundo y me ofreciste muchas alegrías. Si me muero hoy, se que estaré con mi mamaíta en el cielo, y tu cuando mueras nos reuniremos todos cerca de Dios. Te amo papaíto, ven dame un fuerte abrazo. Te perdono todo, incluso….(Pedrito al llegar aquí empezó a llorar tiernamente, sin odio hacia su padre)…incluso así hayas matado a mi mamaíta….(Pedrito le relato a su padre como se había enterado de la muerte de su madre)… porque te amo con todo mi ser papaíto. Eres un gran padre, y por mucho tiempo pensé en acabar contigo, pero descubrí en mi corazón la fuerza del perdón, y cada vez que te perdonaba en silencio, también te amaba en mi soledad….en estos ultimos cinco dias , desde que me comentaron que moriria, ha sido tanto el temor a la muerte que queria perdonar a todos, en especial a ti....hoy comprendo que de nada sirve el resentimiento, cuando la vida es tan corta y fascinante....la vida es un paraiso....hoy he descubierto que el reino de los cielos si existe, y está en mi corazón... Te amo papaíto, ven y abrázame”
Iván miraba el rostro de su hijo, y veía en este una paz interior desconocida para él. Miro lo ojos de su pequeñuelo, y observo en estos, específicamente en sus pupilas aquella imagen marchita que reflejaba el espejo quebradizo y grande en el que se observaba todas las mañanas. Lo más sorprendente para Iván es que en su interior se movía una fuerza que lo arrastraba al arrepentimiento por todo lo malo que había sido con su hijo, y por el crimen cometido. Comprendió en un instante que era un ser detestable, egoísta y marchito. Sentía también que una luz atravesaba su pecho, y experimento una felicidad que nunca había sentido antes. Comprendió de golpe que todo aquello era el amor, un amor que había reprimido por años y que por temor a expresarlo, lo único que hacía era ahogar su alma, envenenarla y envejecerla. Al ver las pupilas de su hijo, observo en estas que su propia imagen se rejuvenecía, pero que a la vez derramaban sus ojos unas pequeñas gotas de lagrimas. Iván descubrió de golpe el verdadero sentido de la vida, que es revelado para aquellos que viven en su corazón el misterio más grande de la existencia humana: el amor sobrenatural. Y he aquí la maravilla de este amor, cuando de los ojos de su pequeño Pedrito se derramaron unas pequeñas lágrimas, las mismas de aquella imagen de Iván que se reflejaba en sus pupilas. Era como si la imagen quisiera salir volando como un ángel que quiere abrazarlo todo y a todos. Estas lágrimas de cristal, se derramaron lentamente por las mejillas de su hijo, y este las absorbió con su pequeña boca. En este instante se sonrió, y lo que antes era dolor se convirtió en alegría. Todo fue felicidad, profundo amor y reconciliación. El milagro ocurrió cuando al tercer día de este encuentro, Pedrito estaba aliviado, e Iván el día anterior observo por la noche como el fantasma de Casandra se sonreía, despidiéndose de Iván con un profundo beso y una alegría que se reflejo en su cara hermosa, la misma que cuando estaba viva. Iván se sentía realmente feliz, y todos lo veían resplandeciente. Ahora era bueno y desprendido, amoroso y nada egoísta. El amor lo transformo, y cada vez que se miraba al espejo quebradizo y grande, descubrió algo asombroso, y es que se hacía cada vez más joven, hasta que se convirtió en niño.